Niño del pitaco
Durante la Guerra Civil reside en Valencia, y en 1937 recibe la primera medalla de oro de la Exposición Universal de París, donde participó con las obras La huida de Málaga y Sueño de paz. Al finalizar la Guerra regresa a su Almería natal donde sería nombrado asesor provincial de artes plásticas, colaborando en la recuperación del patrimonio de la ciudad. En los años 40 protagoniza las tertulias de “artistas y escritores” que se llevan a cabo semanalmente en el Café “Granja Balear” donde acuden intelectuales de la talla de Celia Viñas, profesora y escritora, y jóvenes pintores (Cantón Checa, Cañadas, Capuleto…) de la Escuela de Artes y Oficios y donde se fragua el nacimiento del Movimiento Indaliano. En el año 1947 inauguran su primera exposición en el Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, con un éxito absoluto, apoyados desde un primer momento por Eugenio D’Ors, escritor, filósofo y crítico de arte español, que considera a Perceval uno de los grandes hitos de la pintura española. Perceval y los indalianos son invitados a participar en 1948 en el VI Salón de los Once de la Academia Breve de Crítica de Arte. El movimiento Indaliano, auténtico revulsivo de la vida social y cultural almeriense se mantuvo vivo hasta los años 60, cuando se celebra el segundo y último congreso (1963).
En 1966, Perceval realiza una exposición en el Ateneo de Madrid con obras de tendencia surrealista e influencias dalinianas, una de ellas, Caballo Vikingo, forma parte de los fondos del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Con la llegada del cine y el turismo a Almería desarrolla otra de sus pasiones, la fotografía, y colabora con AFAL (Agrupación Fotográfica Almeriense) fundada por Jose María Artero y Carlos Pérez Siquier (Premio Nacional de Fotografía 2003), cuya revista revolucionó la fotografía española de posguerra llegando a tener una repercusión
internacional.
Perceval fundamenta su obra en las culturas mediterráneas, a diferencia de las vanguardias del norte. Retoma la línea y la luz como forma de expresión, representando como nadie la luz brillante del sol almeriense, las nubes, y el paisaje de sus montañas desnudas.
La obra El Niño del Pitaco (1967) de la Colección de Arte de Cajamar corresponde a su última etapa llena de vivos colores y una delimitación de formas que resalta los volúmenes. Concentra en su factura y significación el poder regenerador de la cultura para el territorio almeriense que significó el estímulo que encarna Jesús de Perceval. Esta obra junto con Cerro de las yeguas (1948) y Mojaquera fueron exhibidas en las Jornadas Europeas de Patrimonio de Andalucía organizadas por la Consejería de Cultura y el Consejo de Europa en 2010.