Tinglados
Desde los años de la República, Porcar participó activamente en el descubrimiento, copia y difusión de algunos de los abrigos rupestres de la provincia y en la recuperación del patrimonio artístico castellonense tras la Guerra Civil, al tiempo que experimentaba tanto en el retrato (son bien conocidos los nens (niños), bien representados en la colección de Cajamar, como en el desarrollo de un paisaje caracterizado por horizontes bajos que permiten el desarrollo de ricos celajes y perspectivas abiertas, a menudo acentuadas con elementos verticales asimétricos.
Tras sufrir una afección visual en los años sesenta, Porcar se centrará en paisajes periurbanos (portuarios, tinglados, ferroviarios...) en una etapa en la que evolucionará hacia un vibrante colorismo y una pincelada libre, que a menudo le han procurado adjetivos como expresionista o fauve. La obra Tinglados es una de las “réplicas” de su última etapa, en esos momentos que la visión le fallaba el artista pintaba lo ya aprendido, pero con trazos más violentos ya que ataba sus pinceles a unas cañas para afrontar la obra desde el punto en el que veía.
Su influencia se dejó notar en un amplio grupo de pintores castellonenses cuyos paisajes han mantenido una mayor o menor deuda de estilo del maestro del paisaje levantino.